En estas escaleras solo se puede bajar.
Condenados al descenso, dirección obligatoria, transitamos un camino irremediable, cercado a ambos lados por la resignación. Bajar es infinito, y aunque el suelo nunca se presente, el descenso si termina, un buen día se detiene.
Se puede caer a los golpes; tirar manotazos desesperados; intentar agarrarse de cualquier cosa; gritar como un desalmado. Estas son caídas poco elegantes, coincidirás.
Se puede bajar lentamente; peldaño a peldaño; pisar un escalón a la vez y aferrarse fuerte a la baranda. Esta bajada es cómoda pero insulsa y desabrida.
Una tercera forma de afrontar este descenso -hijo querido- es: Jugando a volar.
No hay que aferrarse a nada muchacho. Nunca.
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